No paraba de escuchar esta frase cada que le decía a alguien que iría a Marruecos. "Qué valiente eres, ¿no te da miedo?" De principio he de decir que no, pero entre más escuchaba esto, más pensaba que podría ser verdad. Incluso por parecer Marroquí, me dijeron que no sería lo mismo a una turista güera y de ojos azules.
Cedí ante las falsas ideas de Marruecos. Dos meses atrás, cuando planee el viaje estaba emocionada. Dos días antes de emprender el viaje no dejaba de pensar que había cometido el error más grande de mi vida. Tenía miedo, busqué un hostal recomendado por una amiga y pedí que fueran por mi al aeropuerto. Estaba dispuesta a pagar 150 dirhams por la seguridad de saber que iba a llegar a mi destino sin ser vendida al primer postor.
Llegué al hostal, no confiaba ni en mi sombra. La mujer segura y fuerte que soy había desaparecido. No me reconocía, era una niña mimada y asustada en un país desconocido con un miedo a lo desconocido.
Elegí llegar a Fes pues me habían recomendado la ciudad; pero una señora en España me dijo que si me adentraba en la Medina, eso sería lo último que alguien sabría de mi. Con aspecto marroquí y viajando sola, no lograría salir nunca de ese país árabe que en algún momento me inspiré a conocer.
Fes desde afuera... |
Subí al avión con paranoia. No me atrevía a pronunciar palabra. ¿Era bueno o malo aparentar ser marroquí? Traté de relajarme. A mi lado viajaba un español, tal vez me vio miedosa, tal vez solo quería hacer platica, pero me preguntó sobre mi viaje. Contesté con la verdad. Viajaba sola y era la primera vez que lo hacía. Él me contó que le encantaba la ciudad, la medina de Fes es la más grande de Marruecos, sería fácil perderme y seguro alguien intentaría estafarme. Lo peor que pasaría era que me quisieran guiar a mi hostal, llevándose más adentro para después pedirme más dinero para mostrarme el camino correcto.
Caminé de donde me dejó el taxi al hostal (una cuadra) acompañada de un coreano que viajó en el mismo vuelo y también solicitó el servicio (el hostal no coordina un mismo transporte, manda un taxi por cada huésped). Hice el check-in, me instalé en mi cuarto y después de anotarme en el tour por la medina para el día siguiente, me fui a refugiar a la terraza. Eran las 5pm y yo no saldría del hostal a no ser que fuera acompañada por un guía.
Conocí a una chica austríaca. Ella viajaba con amigos sin embargo me comentó que no debía tener miedo. Habría muchos hombres intentando venderme algo, muy insistentes, pero ella creía que era seguro.
Recordé al hombre del avión. "No le hacen nada a los turistas, viven del turismo y no les conviene hacerte nada. Ellos quieren tu dinero, eso es todo." No sabía qué creer. No sabía qué sería verdad y qué mentira.
Entrada a la medina de Fes. |
El coreano y otro chico saldrían a conocer, me invitaron. Parecía el inicio de un chiste: un coreano, un inglés y una mexicana entran a la medina de Fes. Yo solo reía de nervios. Pasaron tres cosas que cambiarían mi pensar y traerían de vuelta a esa mujer fuerte y segura de sí misma que todos conocemos y amamos.
1. ¿De dónde eres?
Si la española estaba segura que me confundirían con marroquí decidí llevar mi playera de la selección mexicana. Aunque fuera la negra, los fanáticos del fútbol la reconocerían y entenderían que soy turista, soy mexicana. Mientras caminábamos nos atacaban con preguntas. Para mi sorpresa, cuando respondí que soy de México, la reacción fue la misma que en el resto de los países: ¡México! Decían con alegría y esa entonación que pareciera están de fiesta. Incluso en Marruecos se alegraban de mi país, lo cual me tranquilizó. Pero enseguida me decían que parecía local y su entonación no indicaba que fueran a cambiarme por ningún dote. Meramente una observación que me hacía sentir un poco más segura pero no lo suficiente para dejar de temer lo peor.
Si la española estaba segura que me confundirían con marroquí decidí llevar mi playera de la selección mexicana. Aunque fuera la negra, los fanáticos del fútbol la reconocerían y entenderían que soy turista, soy mexicana. Mientras caminábamos nos atacaban con preguntas. Para mi sorpresa, cuando respondí que soy de México, la reacción fue la misma que en el resto de los países: ¡México! Decían con alegría y esa entonación que pareciera están de fiesta. Incluso en Marruecos se alegraban de mi país, lo cual me tranquilizó. Pero enseguida me decían que parecía local y su entonación no indicaba que fueran a cambiarme por ningún dote. Meramente una observación que me hacía sentir un poco más segura pero no lo suficiente para dejar de temer lo peor.
2. La Shokran
En el hostal leí un texto que confirmaba lo que el español me dijo. Al ser turista, los locales me verían como un euro con pies. Un cajero andante y como tal, pretenderían estafarme. Para evitar malos ratos debía simplemente decir esta frase: la shokran, que significa no gracias. Cada paso era un acoso constante. No confiaba ni en los niños, por lo que cuando uno me dijo algo en árabe simplemente respondí con esta frase. Probablemente la pronuncié mal, probablemente él decía algo diferente en árabe y yo reaccione mal. Sea como sea, esta frase lo hizo enojar. Me gritó, podía ver la rabia en sus ojos mientras hablaba árabe y repetía la frase. Pero a pesar de ese sentimiento dentro de él, pude ver como contenía las ganas de golpearme. Era como si por ser turista fuera algo intocable. "Tocas a uno y lo pagamos todos." Aquí estaba yo, repitiendo una frase a manera de escudo y de una forma grosera. De nuevo, no era yo. No podía ser amable para evitar ser vista como una chica fácil. Pero me volví un ser nefasto. Debía haber otra manera de evitar ser hostigada.
En el hostal leí un texto que confirmaba lo que el español me dijo. Al ser turista, los locales me verían como un euro con pies. Un cajero andante y como tal, pretenderían estafarme. Para evitar malos ratos debía simplemente decir esta frase: la shokran, que significa no gracias. Cada paso era un acoso constante. No confiaba ni en los niños, por lo que cuando uno me dijo algo en árabe simplemente respondí con esta frase. Probablemente la pronuncié mal, probablemente él decía algo diferente en árabe y yo reaccione mal. Sea como sea, esta frase lo hizo enojar. Me gritó, podía ver la rabia en sus ojos mientras hablaba árabe y repetía la frase. Pero a pesar de ese sentimiento dentro de él, pude ver como contenía las ganas de golpearme. Era como si por ser turista fuera algo intocable. "Tocas a uno y lo pagamos todos." Aquí estaba yo, repitiendo una frase a manera de escudo y de una forma grosera. De nuevo, no era yo. No podía ser amable para evitar ser vista como una chica fácil. Pero me volví un ser nefasto. Debía haber otra manera de evitar ser hostigada.
3. No tengas miedo.
Dentro de todos los hombres que ofrecían sus servicios turísticos, uno de ellos fue quien me hizo despertar. Era un joven unos cuantos años mayor, que quería mostrarnos la universidad, o al menos eso decía, nunca lo sabremos. Él insistía en que lo haría de buena fé, pero no sabia si creerle. Se veía bastante aterrador e incluso parecía que nos seguía como si esperara que nos perdiéramos para suplicarle nos enseñara el camino correcto a cambio de unos dirhams. Eso no pasó, en todo momento supimos dónde estábamos y cómo volver. Al menos yo había trazado la ruta de escape. La última vez que lo vimos, seguro de que su plan no tendría éxito, me miró a los ojos y dijo "no tengan miedo, no hay porque temer". A pesar de que lo decía al grupo, pude sentir que notaba mi pánico. Noté que yo estaba aferrada a mi bolsa para impedir que la robaran, ni en el metro de México había hecho algo similar.
Dentro de todos los hombres que ofrecían sus servicios turísticos, uno de ellos fue quien me hizo despertar. Era un joven unos cuantos años mayor, que quería mostrarnos la universidad, o al menos eso decía, nunca lo sabremos. Él insistía en que lo haría de buena fé, pero no sabia si creerle. Se veía bastante aterrador e incluso parecía que nos seguía como si esperara que nos perdiéramos para suplicarle nos enseñara el camino correcto a cambio de unos dirhams. Eso no pasó, en todo momento supimos dónde estábamos y cómo volver. Al menos yo había trazado la ruta de escape. La última vez que lo vimos, seguro de que su plan no tendría éxito, me miró a los ojos y dijo "no tengan miedo, no hay porque temer". A pesar de que lo decía al grupo, pude sentir que notaba mi pánico. Noté que yo estaba aferrada a mi bolsa para impedir que la robaran, ni en el metro de México había hecho algo similar.
Fui cambiada pero no por los locales sino por los comentarios de gente foránea. Me convertí en esclava de la mente y los miedos irracionales. No me reconocía a mi misma. No sabía nada de la cultura y ya los había encasillado en un papel que no sabía si era cierto.
Aun hoy, escribiendo esto, no sé quiénes son los marroquíes. No he establecido una conversación con alguno. Claro que parte de esto es que aquellos que he visto siempre han intentado venderme algo. Contacté a una chica a través de Couchsurfing, preguntando los beneficios de aparentar ser local. Su respuesta fue sencilla: por parecer local puede que no te insistan como a los turistas, pero ni aun las chicas que se cubren de los pies a la cabeza se escapan de las palabrerías de los hombres. Tal vez no entendería lo que me dirían y eso sería bueno.
Mezquita desde fuera. |
Decidí experimentar. ¿Qué pasaría si me mezclo en la cultura? No conozco con exactitud la razón por la cual se cubren. He escuchado una que otra cosa al respecto pero quiero preguntar más. Sin embargo, he decidido aceptar su forma de ser. Intenté cubrirme un poco más. El guía nos dijo que no había necesidad. Se reconoce al turista e incluso, chicas marroquíes llegan a salir con playeras de manga corta. No pasa de que sea el tema de conversación de las viejas chismosas. Pero, al pueblo que fueres, haz lo que vieres.
La vez que salí más cubierta, con mi nueva pashmina y manga larga, descubrí que recibía menos atención. O al menos me sentía más segura. No me seguían para mostrarme el camino. Iba con el grupo de la mañana pero parecía que iba sola. A menos que hablara con ellos podía verse que era parte del grupo.
Cuando un señor insistía en mostrarnos el camino correcto, volteé y de la manera más tranquila le dije thank you very much, we can find our way from here. You are so kind and we appreciate it (muchas gracias pero podemos encontrar nuestro camino desde aquí. Es usted muy amable y lo apreciamos). Fue como magia, lo último que nos dijo fue que siguiéramos derecho y llegaríamos, advirtiéndonos de no confiar de lo que otros en la medina nos dirían.
El grupo se había extendido, yo estaba un poco más segura aunque aún no caminaba sola; tenía un grupo de amigos que querían visitar Chefchaouen. Viajamos juntos, no por necesidad sino por amistad. Yo ya caminaba más segura. No sentía que tenía que ser protegida por el grupo.
Cuando salimos de la medina para ir a la estación de autobuses lo comprendí. Vi otra ciudad, vi la parte nueva de Fes. La medina era el centro histórico, la parte vieja de la ciudad. Pero fuera de la medina el ambiente era diferente. Marruecos es un país casi como cualquier otro. Comprendí que al inicio llegué de lleno a un lugar completamente diferente y eso me asustó. Pero el país tiene centros comerciales, hay tiendas de ropa, supermercados, carros del año.
Descubrí que conocí una cara de Marruecos, pero aún había mucho por recorrer. Volví a tener esa seguridad, regresé a ser yo y ahora puedo caminar segura por las calles. Sé que debo tomar precauciones, pero ya no camino con miedo. No me encierro en el hostal y estoy tranquila al pensar que cuando tenga que ir por un camino distinto al de mis compañeros de viaje, podré hacerlo. Ya no seré cambiada por un camello, por un burro y mucho menos por un zombie sin mente propia.
En adelante observaré la cultura y crearé mi propia opinión de lo que pasa en Marruecos. Ya les contaré más de este país, no me convertiré en experta, pero podré decir que estuve aquí y no permití que me cambiaran por nada.
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